Parlá y Rosillo: Pioneros de la aviación cubana

Estimado lector que rozas una vez más la suave y policromada pluma del Tocororo:

Agustín Parlá fue un pionero de la aviación cubana volando en un aeroplano. El 19 de mayo de 1913 realizó la hazaña que lo inmortalizaría, al cruzar el estrecho de la Florida volando de Cayo Hueso a Mariel, en un avión sin brújula.

Agustín nació el 10 de octubre de 1887. Sus padres emigraron a Cayo Hueso durante la guerra con España de 1895-1898. El padre era amigo de José Martí, trabajó y recaudaba dinero para la revolución cubana. Parlá nació y se crió en Cayo Hueso hasta que después de la guerra, la familia retornó a La Habana. En 1911 viajó a la escuela Curtiss en Hammondsport para aprender a volar.parlá

El 2 de enero de 1912 Parlá se convirtió en el primer cubano en volar en un aeroplano, cuando el piloto americano Charles F. Walshen lo montó en su avión sobre La Habana. En marzo de 1912 voló por primera vez sobre Miami. El 20 de abril de 1912 obtuvo la licencia de piloto al graduarse en la Curtiss School of Aviation de Miami, Florida, siendo de esta manera el primer piloto cubano graduado.

El 19 de mayo de 1913 Agustín Parlá realizó su hazaña inmortal al cruzar el estrecho de la Florida volando de Cayo Hueso a Mariel, en un avión sin brújula. El aviador Domingo Rosillo competía con Parlá y llegó primero, pero prefirió volar acompañado por buques. Parlá voló sólo en este Vuelo de Audaces, con la bandera que José Martí llevaba por la Florida cuando recaudaba dinero para la revolución. El vuelo fue de 160 km, con duración de 2horas y 55 minutos, y recibió 5000 dólares como premio por el segundo lugar.

El 5 de julio de 1913, al crearse el Cuerpo de Aviación del Ejército de Cuba, Agustín Parlá fue  nombrado Capitán, como «Padre de la Aviación de Cuba» y su avión adquirido como el segundo aparato militar del país.

En Agosto de 1913 Parlá fue nombrado Jefe de Instructores del Cuerpo Aéreo. El 24 de septiembre de 1916 en Buffalo, NY, voló sobre las cataratas del Niágara, ganando una competición internacional. En su honor fue izada la bandera cubana y sonó el Himno Nacional. El conocido compositor cubano Antonio M. Romeu compuso la canción «Parlá sobre el Niágara».

En 1918 durante la Primera Guerra Mundial, el General José Martí, Jefe del Ejército cubano, envió a Parlá a la factoría Curtiss en Búfalo, New York para estudiar el uso del hidroavión, con vistas a establecer una escuela de aviación para los oficiales cubanos que posiblemente participarían en los combates de Europa. Pero en agosto de 1918 renunció a su puesto de aviador del Ejército.

El 20 de mayo de 1919  inauguró junto a Johnny Green el primer vuelo comercial de Cuba. Días después, el 29 de mayo, efectuó el primer vuelo comercial a Estados Unidos con el «Sunshine», primer avión propiedad del Estado Cubano.

En octubre de 1919 se constituyó la primera empresa de aviación cubana, la Compañía Aérea de Cuba (C.A.C), fundada por el millonario, entusiasta de la aviación y hombre de negocios cubano, Anibal J.de Mesa, quien empleó a Agustín Parlá como Gerente General. Pocas semanas después Parlá renunció. El 7 de mayo de 1920 voló sobre la Habana de noche, siendo el primer vuelo nocturno. Pudiendo hacer carrera volando, no participó más en eventos aeronáuticos. Representó a Cuba en las competiciones aéreas de Miami en 1935 y habló en nombre del Senado cubano en reconocimiento al Secretario de Estado americano en ocasión de la organización del vuelo de buena voluntad Miami-La Habana de 1936.

El Secretario de Estado R. Malton le hizo un reconocimiento por su vuelo de 23 años antes. En 1936 Parlá fue Inspector General de los aeropuertos de Cuba, inaugurando nuevos aeropuertos como el de Santa Fe en isla de Pinos el 24 de febrero de 1940.

En el aeropuerto Key West International fue inaugurado un busto dedicado a Parlá el 4 de julio de 1957, conmemorando el primer vuelo Cayo Hueso Cuba.

Parlá murió en La Habana el 31 de julio de 1946, terminanando así con una vida aventurera y fascinante. Se dice también que su muerte por su propia mano se produjo además por haber quedado, de golpe, cesante de su trabajo como primer Inspector General de Aeropuertos, a principios de 1946.

El 17 de Mayo 1913 Domingo Rosillo y Agustín Parlá, pioneros de la aviación cubana, inscribieron sus nombres en la historia de la aviación, al realizar el primer vuelo internacional de la aviación en Latinoamérica, estableciendo un récord mundial de distancia al volar en sus aviones las 90 millas desde Key West (Cayo Hueso) hasta La Habana en 2 horas y 40 minutos.  Este récord le fue arrebatado nada menos que al famoso piloto y diseñador aeronáutico francés Louis Bleriot.domingo rosillo

El viaje aéreo entre Cayo Hueso, en EE.UU. y La Habana se consideraba extremadamente peligroso. El aviador norteamericano McCurdy lo había intentado sin éxito y en ese año, 1913, dos cubanos repetirían el propósito en busca de mejor suerte. El Ayuntamiento de La Habana decidió premiar la proeza: Diez mil pesos para el que llegue primero y cinco mil para el segundo.

El vuelo contaría con la custodia de tres barcos de la Marina Nacional cubana: el «Patria» estaría a 45 millas de La Habana, el “Hatuey” a 30 y el “24 de Febrero” a 15. Un buque norteamericano: el cañonero “Peoria” también cooperaría con la seguridad de los intrépidos pilotos.

Cuando el primer avión despegaría, en La Habana la batería de salvas de La Cabaña dispararía dos cañonazos que anunciarían el inicio de la travesía.

Sin embargo, aún no estaba precisado el día. Rosillo había acudido antes que Parlá a Cayo Hueso y si no hubiese sido porque la hélice de su monoplano Bleriot-XI se había roto durante un vuelo de prueba que hizo para complacer a los emigrados cubanos que ansiaban su triunfo ya habría intentado la empresa. El asunto de la hélice se complicó y en espera de que ésta le fuese enviada desde Cuba, llegó Parlá a Cayo Hueso, con su hidroavión Curtiss, de 80 caballos de potencia.

Parlá tenía en su contra la falta de experiencia, y a su favor la superioridad de su aparato para realizar vuelos sobre el agua, pues si descendiera violentamente sobre el mar quedaría flotando.

De cualquier forma la hélice de Rosillo demoró más de lo esperado y aunque Parlá se encontraba listo para el vuelo, las condiciones del tiempo no eran propicias. Ya se conocía que Rosillo traería consigo una valija de cartas y una orden para comprar tabaco de la fábrica de Gato. Por primera vez la industria tabacalera utilizaría la aviación para sus operaciones comerciales.

 Por fin llegó la tan esperada hélice para el monoplano Bleriot. Todo quedó listo para el 17.

Con las primeras luces del alba de ese día, en el mástil más pequeño de los tres para señales del Morro de La Habana apareció una bandera roja: el público supo que ese era el gran día.

A las 5:10 a.m. partió Rosillo. Su avión lo bautizó con el nombre de Habana y en el timón se leía: Cuba.

Voló 2 horas, 30 minutos y 40 segundos. A punto estuvo de perecer antes de dar cima a su hazaña: se le acabó la gasolina. El fuerte viento de costado le hizo consumir más combustible.

Repuesto del viaje, declaró:

“Empecé a ver cómo descendía el nivel de la gasolina en el tubo indicador, con una precipitación superior a la calculada. Sólo veía mar y cielo. La máquina trabajaba con regularidad admirable; vi al “Hatuey”, lo pasé; el tubo estaba casi vacío; finalmente divisé Cuba(…) Llegué sin una gota de gasolina, ni siquiera pude aterrizar donde debía, en el Polígono de Columbia, y tuve que bajar en el campo de tiro. El viento me hizo consumir más combustible del que debía. Había llenado el tanque con 50 litros, y por esas corazonadas que uno a veces tiene, le eché 10 onzas más…”

Parlá, por su parte, había partido a las 5:57 y a las 6:01 tuvo que regresar: “Inicié el vuelo, pero el aparato no me obedecía y no se remontaba, me lo impedía el viento que soplaba. Cuando regresé y lo examiné encontré rotos dos alambres tensores del timón de profundidad.” Rosillo era, sin discusión, el ganador.

El 19, a las 2:00 de la tarde y sin previa notificación de sus intenciones, Parlá se remontó nuevamente en busca de la anhelada meta. No tuvo protección de la Marina. A diferencia de Rosillo, que prefirió volar escoltado por barcos, Parlá voló sólo. El aviso llegó a La Habana sorpresivamente y el público se aprestó a recibir al resuelto aviador.

Más de dos horas transcurrieron y aún no se divisaba el Curtiss desde el Morro. ¿Habría perecido? ¿Estaría flotando en alguna parte del Caribe?¿Lo habría arrastrado el viento a quién sabe qué lugar y ahora volaría sin rumbo? se preguntaban todos.

Pronto llegó la respuesta: “El aviador Agustín Parlá amerizó en la bahía del Mariel, con peligro de su vida, a las 4:30 del 19 de mayo de 1913. Fallas del motor le impidieron llegar a La Habana. Se encuentra bien y ya partió en automóvil hacia la capital”.

El Ayuntamiento de La Habana otorgó el segundo premio a Parlá, aunque, en verdad, quien ganó fue Cuba, pues como se afirmó entonces: “su nombre se inscribe en la historia de la aviación y se colocará entre los países más adelantados en el empeño de llevar la aviación hasta el límite máximo del progreso”.Parlá 2

Se dice que por intrigas profesionales e ignorancia de algunos funcionarios, incapaces de reconocer los valores de los seres humanos, su alma padeció hasta el mismo instante en que se decidió quitarse la vida.

Poco antes se le había negado, incluso, la posibilidad de la emisión de un sello conmemorativo, para perpetuar una de sus hazañas.

Se dice también que su muerte (por su propia mano) se produjo además por haber quedado, de golpe, cesante de su trabajo como primer Inspector General de Aeropuertos, a principios de 1946.

Su muerte, ocurrida el 31 de julio de ese año, terminaba con la vida aventurera y fascinante de Agustín Parlá, el primer aviador cubano.

Es cierto que fueron tres los más destacados fundadores pero Domingo Rosillo —hijo de padres españoles— había nacido en Argelia, y el cienfueguero Jaime González Grocier, mucho más joven, obtuvo su licencia de aviador —como Rosillo— después que Parlá.

En su primer vuelo, el 9 de febrero de 1912, Parlá obtenía excelentes calificaciones, y su instructor, el piloto norteamericano Charles Witner lo señaló como el mejor piloto del curso.

Parlá había llegado a aquella escuela recomendado por John Mac’Curdy y Charles Walsh, ambos aviadores norteños, a quienes conoció cuando el joven  era solo un intérprete de inglés que trabajaba en el hotel Perla de Cuba.

Uno de los pilotos estadounidense, en una de sus muchas demostraciones en La Habana, solicitó un voluntario para volar con él en el espectáculo. El joven cubano se ofreció y Walsh quedó sorprendido con la valentía, la cooperación y la destreza del criollo.

Tres meses después Parlá obtenía su propia licencia, solo que al regresar a La Habana descubrió que no era más que un “piloto en tierra”.

Por la época, un endeble y precario hidroavión Curtiss —versión militar— valía no menos de cinco mil pesos, cantidad a cinco mil… pies de altura del bolsillo de Parlá.

Gracias a muchos amigos, conocidos y admiradores que hicieron colectas, rifas y campañas el recién estrenado aviador conseguía su propia máquina, justo pocos días antes de iniciarse una prueba planteada por el Ayuntamiento de La Habana en la que se ofrecían diez mil pesos al piloto que hiciera por primera vez el vuelo Cayo Hueso-La Habana y lo hiciera además en menos tiempo.

Tal hazaña había sido solo un intento frustrado por Mac ‘Curdy, dos años antes, y ahora, para tal aventura se inscribían Parlá y Rosillo.

 Rosillo despegaba primero y llegaba al punto de destino dos horas más tarde, cumplida la ruta ―y las etapas marcadas por barcos escolta y rescate— el 17 de mayo de 1913.

Parlá, sin embargo, no pudo siquiera despegar. Desperfectos en el motor le impidieron salir hasta el día 19.

Para la fecha las condiciones de vuelo habían cambiado… para mal y ya no era posible mantener en la zona los buques escoltas y rescate.Monumento

Desoyendo toda advertencia y el aviso meteorológico de que habría posibilidad de borrasca, Parlá despegó a las dos de la tarde, no sin antes radiar a La Habana un mensaje en el que comunicaba que en el aniversario de la muerte de Martí, partiría… “sin más auxilio que Dios, con la bandera del apóstol, la cual llevaré a costas cubanas o me sepultaré con ella en el golfo”.

Como instrumento de vuelo, Parlá llevaba solo una brújula de bolsillo, no profesional y que con el traqueteo de aquel escaparate volante y los vientos variables le produjeron un margen de error de ¡50 kilómetros!

El audaz aviador identificó las costas cubanas —según confesó después— por las muchas palmas del paisaje. Sin embargo, tuvo que amerizar en El Mariel. Solo pudo completar el viaje diez días después, cuando posaba su aparato en las tranquilas aguas frente a la entonces Caleta de San Lázaro, hoy Parque Maceo del municipio de Centro Habana.

Se dice que aquel día muchos esperaron al piloto mirando ansiosamente hacia occidente, mientras el avión llegaba desde el norte, pues Parlá tomó rumbo mar afuera cerca de 11 millas, para sorprender a los ya inquietos y angustiados curiosos.

En la larga hoja de servicios del aviador cubano se puede recordar su vuelo sobre la Sierra Maestra, sus demostraciones nocturnas con fuegos artificiales, su labor como impulsor de un cuerpo de aviación para el ejército y su participación en el primer vuelo comercial EE.UU.-Cuba, al transportar en un aparato “Sunshine” un cargamento de jabones.Aérea

Días después de este hecho, Parlá realizó un vuelo sobre la ciudad de La Habana, ocasión en que se tomaron las primera imágenes aéreas que se conocen de la capital cubana.

Después de renunciar como primer director de la naciente Compañía Aérea Cubana por razones nunca suficientemente esclarecidas, Parlá transitó por diversas venturas y desventuras hasta su suicidio.

Sello

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